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Soy Samantha Páez Guzmán. Nací el 29 de junio de 1984 en la ciudad de Puebla, a unas dos horas de la capital mexicana. Soy la segunda de cuatro hijos que tuvieron mis padres, dos profesores de educación básica. Viví toda mi infancia en Tecamachalco, Puebla, y allí cursé hasta cuarto grado de primaria.
Mis padres creían importante que mis hermanos y yo estudiáramos la universidad, por eso nos mudamos a la ciudad de Puebla. Lo que no sabían es que años después se construiría una universidad pública a menos de un kilómetro de la que era nuestra casa. De Tecamachalco extrañé mucho salir a jugar a la calle, dar vueltas en la bicicleta y salir a explorar con mis vecinos: cuando llegamos a Puebla mi mamá no nos dejaba salir porque cerca había un bulevar muy grande. Sin embargo nuestra nueva casa tenía un jardín y patio muy grandes.
Estudié en una primaria y secundaria pequeñas que estaban a 15 minutos de casa. Para la preparatoria decidí no estudiar en el colegio a donde fue toda mi familia, desde mis tías hasta mis primos. Hice examen para la preparatoria Emiliano Zapata de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), que estaba en el centro de la ciudad, y me quedé. Creo que ha sido una de las mejores decisiones de mi vida; porque al tener un modelo universitario, donde escogíamos algunas materias, podíamos decidir si no entrar a las clases y las puertas siempre estaban abiertas, me hizo responsable de mí misma. También conocí allí a muchos de mis amigos y amigas actuales.
Para la licenciatura me decidí por Ciencias de la Comunicación en la BUAP. Ingresé en 2002 y egresé en 2007, aunque me titulé hasta 2011 porque empecé a trabajar y no me daba tiempo terminar mi tesis. Además hubo cambio de docentes y mis asesores me dejaban volando.
En septiembre de 2006 entré a trabajar al periódico Síntesis, uno de los más grandes de mi estado. Inicié como correctora de estilo, aunque he de reconocer que no me gustaba tanto. En la universidad soñaba con ser directora de Cine. Después de unos años me convertí en editora web y luego en editora del impreso. Aunque ese trabajo me gustaba más que la corrección, descubrí que me quería dedicar al periodismo cuando empecé a escribir. Primero fue un pasatiempo, le dije al jefe de Información que lo podía ayudar a cubrir algunos eventos por las mañanas y después de un mes ya era reportera de tiempo completo.
Dejé Síntesis en septiembre de 2011, días después de hacer mi examen profesional, y con el dinero de mi finiquito me fui a viajar por tres meses a Europa. Visité a una amiga en Besanzón, Francia; luego fui a Bruselas, Bélgica; por una semana estuve en Manchester, Inglaterra; luego bajé a Madrid a ver a amigo y de allí me fui a Barcelona a visitar a otra amiga. Mi viaje terminó en París a mediados de diciembre.
Desde que regresé a México y hasta el día de hoy soy reportera, he colaborado en medios como Unomásuno, Reto diario, E-consulta, Poblanerías, La Jornada de Oriente, Revolución 3.0, Cimac noticas, La Silla Rota y LADO B. A lo largo de estos años me he especializado en la cobertura de temas relacionados con género, derechos humanos, movimientos sociales y, de forma más reciente, periodismo de datos.
Uno de los temas que más me ha movido durante estos 12 años trabajando en medios de comunicación es el feminicidio. Primero me duele por ser mujer y en segundo lugar por la impunidad que existe en el país y en Puebla. De los casos que he seguido, a pesar de que se conoce a los homicidas porque fueron sus parejas y exparejas, en ninguno hay sentencia.
Relacionado con los feminicidios está la declaratoria de Alerta por Violencia de Género contra las Mujeres (AVGM), un mecanismo del Estado mexicano para decretar medidas urgentes a fin de erradicar la violencia de género. Puebla, el estado en el que nací y vivo, es el único donde se hicieron cinco solicitudes entre 2016 y 2017; sin embargo, el gobierno federal no decreta la alerta por asuntos políticos.
Los temas de violencia de género me preocupan porque los vivo día a día y también porque creo que si las mujeres periodistas no hablamos de ellos morirían en las páginas de los diarios. Cuando me preguntan cuándo dejaré de escribir de ellos, mi respuesta es: cuando haya justicia y cuando no haya violencia.

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